El arte fue la mediación principal para ejercitar la espiritualidad: a través de colores, formas, creaciones simbólicas y expresión libre, los niños conectaron con sus emociones, con sus compañeros y con Dios.

Cada encuentro fue un espacio cargado de sencillez, alegría y profundidad, donde comprendieron que la convivencia respetuosa, el aprecio por el otro y el deseo de hacer el bien son semillas que se siembran desde la infancia.

Creemos firmemente que nuestros bartolinos son esperanza viva para una sociedad más justa, humana y solidaria. Ellos siguen haciendo camino para hallar a Dios en el corazón del otro y construir comunidad desde el amor.

Porque en lo cotidiano también se revela lo sagrado y los niños nos lo recuerdan cada día.